Pues sí. Hoy empieza Jorge en el cole. La verdad es que ni estoy abrumada, ni temerosa, ni nada por el estilo. Sé que va a estar bien. Siento que es la mejor elección que hemos podido hacer. Me lo dice mi barriga.
Cuando me quedé embarazada tenía muy claro que quería disfrutar todo lo que pudiera de los primeros años de mi hijo. Me había planteado la posibilidad de una excedencia, pero no lo tenía claro, porque no hay duda que tanto económica como laboralmente es complicado; sin embargo, a pesar de los seis meses que supusieron las dieciéis miserables semanas de baja por maternidad, el mes de lactancia acumulado, las vacaciones del 2009 y las vacaciones del 2010, más los días libres que me quedaban sueltos, cuando llegó el momento, no dudamos en apretarnos el cinturón y estar un año más en casa con mi pequeño. De modo que cuando me incorporé a trabajar, ya Jorge tenía 20 meses.
Y entonces vino el dilema: guardería ¿si o no?
Mi opinión sobre las guarderías es simple: no serían necesarias si
dejaran a las mamás un período más amplio de maternidad. Por mucho que
nos quieran vender sus virtudes en favor de la sociabilidad. No,
señores, un bebé de cuatro meses no está preparado para separarse de su
mamá ni su mamá de él. Ni a los cuatro meses, ni a los dos años. Con
tres, ya podemos empezar a hablar. Además, es a esta edad a la que los
niños empiezan a tener interés real por jugar con otros. Antes, solo
necesitan estar en casita, con sus familias, que los quieran y los mimen
a más no poder, para que se fortalezca la seguridad en el entorno y en
sí mismos. Pero, con el actual sistema y sin familia extensa disponible para hacerse cargo, a veces no queda otra posibilidad.

Así pues, dado que tanto al padre de la criatura como a mi no nos gustaba nada la idea de la guardería, recurrimos a una amiga con dos niñas que no estaba trabajando y que se ofreció para hacerse cargo de un tercer cachorro en su camada. El acoplamiento lo hicimos despacito. Durante un mes estuvimos saliendo con ella y sus niñas al parque, de excursión, de visita a su casa,... en la semana antes de empezar a trabajar lo dejamos un día un ratito en el parque, otro día media hora en su casa,... sin prisas. No hubo ningún problema. Dos minutos de llanto tras la puerta el primer día cuando me fui y antes de llegar al trabajo ya mi amiga me había mandado un mensaje para decirme que estaba de lo más tranquilo. Yo reduje dos horas de mi jornada, así podía dejarlo a las diez de la mañana y el papi adelantaba su salida y lo recogía a la una. Después a casa de la abuela a esperar por mamá.
Estábamos requeteencantados con mi amiga y su familia. Peeeeero surigió la enfermedad de mi madre con todos los problemas de horarios adyacentes a los ingresos hospitalarios y su posterior tratamiento. Además, la hija mayor de mi amiga empezaba en el cole y para ella iba a ser muy complicado estar a la hora acordada en su casa. De modo que pedimos plaza en una guardería de nuestra CC.AA.
Así que, en septiembre del año pasado Jorge empezó en la Escuela Infantil Aridamán, ubicada en El Fondillo, en las afueras de la ciudad de Las Palmas. Lo cierto es que, a pesar de todas mis reticencias, el sitio me gustó. Es muy amplia y luminosa, con comedor propio guiado por una dietista, un patio enooooooorme, sala de psicomotricidad, los niños divididos por edades, la clase diferenciada por rincones e incluso cocinitas de madera, que fue lo que más le gustó a Jorge. Nosotros queríamos que Jorge comiera en casa y solo fuera el tiempo justo, pero no pudo ser, ya que era una exigencia del centro que los niños comieran allí; nos dijeron que como muy pronto, podía salir justo después del almuerzo, así que su horario fue de 9:00 a 12:30.
No tengo quejas explícitas del centro. La verdad es que lo trataron siempre con mucho cariño, cuando no quería comer, no lo obligaban (que eso era algo que me preocupaba mucho, porque al mismo tiempo que le gusta comer de todo, hay días que no prueba bocado y simplemente hay que dejarlo), no lo forzaron nunca a comer purés (cosa que fue advertida desde un principio, ya que le encanta todo tipo de potajes, pero con la verdura entera) y era de lo pocos niños que se comian el segundo plato y la fruta. Cuando había cumpleaños me mandaban las chuches (que hasta ahora nunca ha probado) en su mochila. No lo forzaron a dejar el pañal, sino que nos consultaron previamente y admitieron nuestra decisión de hacerlo nosotros en el verano. Nunca hicieron nada por lo que tuviéramos que enfadarnos seriamente.

Sin embargo, Jorge no llegó a adaptarse bien al centro hasta casi el final del curso. Bien es cierto que tuvimos un año muy difícil y tuvo muchas faltas de asistencia, pero día tras día se cogía a la pierna de su papá, como si lo fueran a dejar en el matadero. La educadora le decía que era porque estaba demasiado apegado a nosotros, como si el quedarse tan tranquilo fuera un signo de un apego seguro. El papá decía que lo pasaba fatal entre tener que dejar al pequeño llorando y los comentarios de la educadoraqueporsupuestosabetodosobreniñosdeesaedad. Que no lo llevara cogido. Que lo dejara sin explicaciones. Que después pasaba la mañana muy tranquilo.
Y eso que la pobre señora no sabía que Jorge, "en el mundo exterior" iba siempre cogido en brazos o en fulard o en mochila, que dormía con nosotros o que... tomaba teta.... todavía!!!! Porque si no, ya habría encontrado una respuesta que para ella sería perfecta para toda la situación.
Al final, Jorge empezó a quedarse bien en la guardería. Aunque no fue por llevarlo cogido de la mano, sino porque su papá, que es muy listo, se dio cuenta de que lo que él quería era estar más tiempo juntitos por la mañana, así que empezó a llegar media hora antes, aparcaba el coche más lejos, daban un paseo, iban mirando las plantitas y los bichos,... con lo que colmaba su necesidad de estar con papá y se quedaba tranquilo las tres horas de rigor.
La verdad es que el último día hasta me dio pena, porque sé que se hizo un huequecito entre todos los trabajadores del centro y lo despidieron con mucho cariño.
Bueno, todo esto para aclarar que no va a ser nuestra primera separación física. Ya Jorge sabe lo que estar un par de horas al día separado de papá y mamá. Sabe que no lo van a dejar allí y que al cabo de un tiempo van a ir a recogerlo. Además, conoce la escuela (concertada), donde fue por primera vez cuando tenía cuatro meses, momento en que hicimos la preinscripción, y después ha estado tres o cuatro veces más y... le encanta!!
Conocemos a varias familias cuyos niños están en ese cole y en su misma clase hay un amiguito, que sabe quien es y cómo se llama. Las aulas son una delicia, hay un patio amplio para jugar, un arenero, huerto, gallinas, árboles para trepar y la maestra es encantadora, antes de irnos de vacaciones nos hizo una entrevista (en día y hora a nuestra elección) para poder conocer mejor al niño... de tres horas!!!... qué más se puede pedir??
Esta tarde hemos preparado nuestra bolsa (gracias
Imma y
Dawn por el tutorial! aunque siento no haberla hecho con más tiempo... la próxima, en breve, sin duda será la versión doble y con bolsillo!!) y tenemos unas zapatillas nuevas con ballenas para la ocasión. Nosotros también estamos preparados. Su adaptación, esta vez, será a su ritmo. Por lo pronto dispongo de una semana para estar toda la mañana acompañándolo si así lo desea. Despacito. Como a nosotros nos gustan las cosas.