Nuestro último viaje podríamos decir que fue de lo más culinario. Realmente no sé si alguna vez había pasado tanto tiempo seguido metida en esa cocina!!! Pero he de reconocer que fue tremendamente enriquecedor, porque además de aprender a hacer delicias varias, me sirvió para "estar" con mi familia. Fueron unos días tan, pero tan lindos, que hasta me dio rabia, porque a Ella le habría encantado vernos así y no discrepando, como era habitual...
El mejor rallador del mundo mundial: una lata de sardinas con agujeros hechos con un clavo.
Desde que era una niña pequeña recuerdo la pasión que había entre los vecinos por el pandeleche. Era una delicia pasar por la panadería del pueblo cuando lo hacían, y comerlo con mantequilla o con nocilla era la mejor de las meriendas. Además, siempre me viene a la memoria con la misma forma: medio bollo (que ahora me he venido a enterar que tiene su intrínculis: para hacerlo con una forma cuasi-perfecta hay que apoyar la muñeca sobre la mesa y mover la mano en círculos, como si estuvieras haciendo redondeles con el ratón del ordenador)
La masa hecha (con la receta supersecretísima) y esperando a que suba al calorcito del horno.
Preparando las milanas.
Vamos, en teoría, había que hacerlo con forma de bollitas, pero en la práctica...
No hace falta decir quien hizo los panes de esta milana, verdad??
Y después de un laaaaaaaargo reposo...
Pasan por el horno y salen convertidos en esto!!!!
Bueno, alguno se convirtió en un ser amorfo... :)
Sobra decir lo deliciosos que estaban los panesdeleche... verdad???