Querida amiga:

Nos conocemos desde hace años. Tú te caracterizas "por tu carácter difícil", yo por "ser diplomática". Probablemente por eso te has llevado bien conmigo. Porque era de las pocas personas que ha soportado tu comportamiento, llegando incluso a ser capaz de ver algo bueno detrás de toda esa fachada de prepotencia y arrogancia. Has tenido problemas con casi todos tus compañeros de trabajo porque te crees superior y los infravaloras. Eres el perfecto enemigo, capaz de encontrar el punto débil del contrario (ya sea personal o laboral) y atacar, sin importarte mucho cuáles sean las consecuencias, sólo por el afán de sentirte vencedor. Necesitas ser el centro de atención. Ser la más guapa. La más inteligente. La más simpática. La que tiene más clase. Y si hay alguien que sobresalga más que tú, ya te encargarás de declararle la guerra. Careces de tolerancia a la frustración. Eres increiblemente sugestionable, pero al mismo tiempo, manipuladora, superficial, teatral y seductora. Querida, lamento decirte que tienes todos los síntomas (y sólo necesitas cuatro para tener ese diagnóstico) de un Trastorno de Personalidad Histriónico y... yo no estoy por la labor de hacerte terapia.

Nena, tienes un problema y ese problema no soy yo, eres tú. Si te analizas, tus relaciones con los demás suelen ser tormentosas y llenas de altibajos. Pasas del amor al odio con una velocidad que ya la quisiera el Alonso. Tu mayor error "en nuestra relación" ha sido que dada tu necesidad de quedar siempre bien ante los demás has tenido que ponerme a mi como chivo expiatorio de tu propio desconocimiento. No ha sido de forma directa. Quizás ni te diste cuenta de las consecuencias de lo que hacías (ay!! el pensamiento consecuencial...!!), pero, vaya por Dios... que pecado el de defenderse... y de camino dejarte en evidencia, claro. Además de hacerlo desde un terreno que no dominas: la objetividad.

Hace poco en medio de una acalorada discusión (bueno, más bien monólogo porque yo lo único que hacía era escuchar) me dijiste que los amigos no se dan puñaladas por la espalda. Tienes razón. Lo único bueno que ha tenido toda esta situación es darme cuenta de que ya no somos amigas. Es más... probablemente nunca lo hemos sido. Tengo muy claro lo que es un amigo para mi y a ti, siento decirte, te queda mucho camino por recorrer.

Atentamente,

Adi.