viernes, 14 de marzo de 2014

Duelo, del latín "dolus", dolor.

Querida mami:
Hace ya dos años que me dejaste huérfana. Creo que nunca he sentido tanto dolor como aquel día. Era como si un centenar de cuchillos me desgarrara el alma. Cuando te fuiste estabámos juntas. Yo ya sabía lo que iba a pasar. Me lo habían explicado con claridad. Creía que lo tenía asumido y aceptado. El día antes te compré un precioso ramo de flores y te di las gracias por mi vida y por tu amor. El mismo ramo que después llevé hasta La Palma para poner sobre tu ataud.
Intenté que tuvieras el más tranquilo de los finales. Que hubiera paz. Y luz. No estar rodeada de desconocidos. Con los niños cerca.
Me dijeron que eso también me ayudaría a mi. Que mi proceso de duelo sería más fácil, porque había hecho todo lo posible para que tuvieras una muerte digna. Porque no se nos quedó nada por decir. Pero en algún sitio, en algún momento, no sé bien dónde... me engañaron.
Todos esos meses de peleas con médicos, de días y días de hospital, de salas de quimioterapia, de aprender a poner bolsas en el estoma para después tener que enseñar a las enfermeras de los centros de salud a cómo hacerlo para no hacer más daño a la piel, de decidir y pinchar dosis de Primperam, de Morfina, de hacer de médico, enfermera, psicóloga, hija, madre de un bebé y mujer trabajadora, todo en uno, de decididir que hacer cada día, cada minuto. De decidirlo todo. De decidirlo sola.
Y después de la soledad acompañada, la soledad plena. Solo salvada porque un pescadito tiraba de mi caña continuamente. Mi psicóloga dice que yo era la candidata perfecta para estar hipermedicada en una cama. No tanto por el dolor generado por tu pérdida sino por haberlo sufrido en soledad. El doliente necesita un apoyo para seguir adelante. Un hombro en el que llorar. Una mano que te agarre fuerte. Y yo no lo tuve.
Aún así fui pasando por todas y cada una de las etapas del duelo. Viviéndolas y superándolas una a una. Entendiendo mi dolor e intentando canalizarlo. Dos años de citas con la misma psicóloga que te asistió a ti. Que te conoció, te escuchó y te acompañó, desde la unidad de cuidados paliativos. Yo, que siempre había pensado que nunca podría ir a terapia porque conocía demasiado bien a donde me llevaban los caminos, me vi solo apoyada por ella. Con ella podía expresar mi rabia, mi ira, mi sentimiento de culpa, mi pena. Desde su punto de vista, mi proceso de duelo ha tenido una duración normal y un recorrido DeManual. Para los demás, al mes de haberte ido ya debía haberlo superado, lo contrario era regodearme en el dolor y creer ser más buena por ello, o incluso pensar que así te rendía un homenaje. Opiniones. Son libres. Pero nadie fue a buscar la suya o a indagar un poco para ver de que modo podrían ayudarme.
Negación. Ira. Negociación. Depresión. Aceptación.
Es cierto, negué la realidad. Durante más de un año ni siquiera pude quitar tu cepillo de dientes de mi baño y tus zapatillas siguen por aquí. De acuerdo, me enfadé con el mundo. Me sentía tremendamente culpable porque a pesar de hablar contigo a diario, no me detuve a escucharte antes. También intenté negociar con un ente superior y cuando me di cuenta de que la realidad es una... empecé a caer. Sí, hubo tristeza y soledad. Pero en algún momento y casi de forma imperceptible, remonté. Surgió la aceptación. Se impuso la vida. La esperanza. Las ganas de renacer. De convertirme en algo nuevo y mejor. Transformación. Entender que los que seguimos aquí lo hacemos por algo. Para quemar la vida con ganas. Con ilusión de despertar por las mañanas. Y me di cuenta que en mi vida, además de faltarme tú, me faltaban otras muchas cosas. Todas ellas necesarias. Necesarias, al menos, para mi.
Creo que este duelo ha sido realmente por dos pérdidas. La constatación de tu ausencia y de mi soledad.
Estos dos años han sido demasiado duros y no quiero volver de nuevo hacia atrás. Aunque duela, al final hay que aceptar que tanto las personas como las relaciones mueren, no porque queramos que ocurra, sino porque pasa sin más. Para que puedan nacer gentes y mundos nuevos. Es así.


"Por respirar, por confiar serena y volver a creer.
Por confiar, por respirar serena y saber esperar.
Renacerás. Será un regalo de tu propia fe.
Tu propia cuna a la que has de mecer, cantando en la alborada.
Renacerás. Si no te empeñas en querer sufrir.
Precioso tiempo tu vida ha de ser, preciosa perla rara.
Por respirar, por confiar de nuevo y volver a creer.
Por confiar, por respirar serena y saber esperar"
Manolo García, "Por respirar"

10 comentarios:

Paqui dijo...

sin palabras, con las lagrimas saltadas, un abrazo

Chitin dijo...

No puedo decirte nada... un abrazo muy, muy fuerte!!!!

violetazul dijo...

Ay Amiga!! Qué bien lo has escrito... porque las cosas (la vida) pasa y no podemos dejar que nos pase por encima, sino al revés.
Busca lo que necesitas, lo que te ayuda a caminar, lo que hace que te salgan chispitas de los ojos, y no puedas quitar la sonrisa de tu cara..
Coge aire, llénate los pulmones, y tírate por el tobogán de la vida!
Te quiero mucho!!

Ganxetades dijo...

Un gran, fuerte y largo abrazo!!

Elena dijo...

Gracias por compartir esta parte de tu intimidad. No he visto nunca antes una descripción tan clara y conmovedora de lo que significa un duelo. Un gran abrazo.

Anónimo dijo...

Chica, que decirte, has llegado a mi corazón. gracias por hacerme pensar.
Un beso

glaramknits dijo...

Cada palabra de esta carta emociona. Es tu yo más sincero. Demuestras tal valentia al compartirlo que sólo puedo darte las gracias. Un abrazo muy fuerte. Sigo siendo asi de valiente y asi de sincera.

Vane dijo...

Precioso Adi, y no sé qué más escribir porque me has dejado sin palabras. Con lo bien que exteriorizas tus sentimientos por escrito me cuesta creer que te sea luego difícil hacerlo en tu día a día. O que te fuera.. porque la nueva Adi va a ser capaz de todo, estoy segura.
Yo perdí a la abuela que me quedaba hace casi ya tres años. Fue (y esto solo lo sabe mi marido) la persona que más he querido en mi vida. Me sentí huérfana total. Esa es la palabra. A día de hoy me sigue siendo imposible pensar en ella sin llorar. La echo tremendamente de menos pero poco a poco se va a asimilando. Superando no, pero asimilando sí. Me duele horrores que no conociera a Sara, pero muchas veces siento que está con nosotros. De alguna manera sigue aquí.
Entiendo lo que has sufrido, madre no hay más que una, pero por fin estás viendo la luz al final del túnel y te esperan cosas buenísimas en la vida.
Tenía pendiente escribirte de nuevo y me acabo de dar cuenta de que ya me he explayado por aquí.
Pues eso, que aquí estamos para lo que necesites. Que tu mami siempre va a estar contigo, en tu corazón, aunque no puedas verla ni tocarla. Y que se alegrará muchísimo verte disfrutar de la vida, de TU vida, y de tu hijo.
Un abrazo enorme
Vane

Nazareth dijo...

Acabo de descubrir tu blog y me ha encantado. A partir de ahora seré fiel seguidora. Este post especialmente me ha emocionado y me siento muy identificada porque 9 meses también falleció mi padre tenía 59 años y cáncer de pulmón y me imagino por lo que pasaste porque yo lo tengo muy reciente. Afortunadamente tengo dos peques en los que me pude volcar y seguir adelante. Un abrazo

Mari Triqui dijo...

Un abrazo grande grande preciosa... Jorge está guapísimo y enorme. Cuánto tiempo sin pasar por aquí!