sábado, 28 de julio de 2007

Punto de cruz




Comencé a bordar punto de cruz hace unos ocho años. Cuando me vine a vivir a GC, dividía mi tiempo entre el trabajo y la vida contemplativa hogareña, pero se me hacían las horas muy largas. No tenía amigos aquí y mi pareja llegaba tarde de su jornada laboral. Entonces comenzó la búsqueda de "pasatiempos". Uno de los que incorporé nuevos fue el punto de cruz. Empecé por cosas chiquitas y después ya me arriesgué con cositas mayores. Nunca he hecho cuadros muy grandes, porque me da miedo aburrirme y dejarlo a la mitad, y si hay algo que no soporto es dejar las cosas sin acabar; ya sean libros, labores o trabajos extra, se me quedan ahí colgando un tiempo, pero tengo que retomarlos y cerrar.

Soy extremadamente lenta con la aguja, eso sí me queda impecable (ya puede ya, con el tiempo que me paso); lo que yo tardo en hacer un mes, una bordadora normal lo haría como mucho en una semana. Pero bueno, ahí vamos; actualmente lo alterno con las dos agujas y así, procuro mantener una dieta equilibrada.

Este cuadro lo hice para una compañera de trabajo, que en ese "edificio de porteras" (expresión que me han dicho hace poco y que le va estupendamente) donde tengo el honor de desarrollar mi función laboral, es lo más parecido a una amiga que he encontrado; a pesar de que somos tremendamente diferentes nos llevamos bastante bien, así que no me importó emplear mi tiempo en hacerle este regalo cuando nació su nena Alejandra (por cierto, una preciosidad de niña). La habitación está decorada en tonos de rosa, beige y blanco, así que, aunque es un cuadro un poco "dulce", en ese contexto queda muy bien; para ello incluso modifiqué los colores de partida del patrón (revista Las Ideas de Susanna), que era en tonos de verde. Si hubiera sido para mi, no lo habría hecho así, pero algo que he aprendido después de equivocarme varias veces, es que cuando uno hace una labor para regalar tiene que pensar en la persona a la que va dirigida, no en los propios gustos.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Creo que has sido la "comidilla" en ese edificio de porteras. Más de una habrá sentido envidia por ver que ese cuadro, que has hecho con tanto cariño y paciencia, no lucirá en una pared de su casa. Seguro que la hija de tu compañera, en cuando aprenda a hablar, hará una mueca divertida señalando su oso.